Mientras Mohamed VI se preparaba para  su transformación de descendiente directo de Alá en mero rey inviolable  a través del referéndum controlado para la ratificación de sus reformas  constitucionales, centenares de colonos movilizados, jaleados y protegidos por las autoridades marroquíes salían a las calles de El Aaiún ocupado en una manifestación pro monárquica y abiertamente anti saharaui.
El uso de colonos marroquíes como fuerzas mercenarias  contra la minoría saharaui de los territorios ocupados se viene  utilizando de forma creciente desde hace unos meses por parte del  gobierno, pero no son nada novedosas las acciones violentas en los  territorios ocupados del Sáhara Occidental y de sobra debería ser  conocida la política marroquí -ya desde la época de ocupación- de  continua violación de los Derechos Humanos en estos territorios. Debería  ser conocida, sobre todo en estos momentos en los que occidente pone al  menos uno de sus ojos en la llamada primavera árabe y, sin embargo, poco conocemos de la situación actual del Sáhara Occidental.
Desde que ocupase la plana internacional tras el  desmantelamiento del campamento de protesta de Gdeim Izik, debido a la  violencia brutal empleada para el desalojo -efectuado, por cierto, con  armas made in Spain vendidas al ejército marroquí- y al elevado número  de personas saharauis presas, heridas y asesinadas, el Sáhara Occidental  está desaparecido en combate, nunca mejor dicho, de nuestros  televisores. Sin embargo, la situación en los territorios ocupados está  que arde, y la situación previa al levantamiento saharaui del pasado octubre se mantiene en la actualidad, eso sí, con cambios significativos.
Sigue el expolio de los recursos naturales de la zona,  del que se beneficia directamente la monarquía marroquí, allegados, y  países y empresas occidentales, siendo una de las principales denuncias  del campamento Gdeim Izik. La lucha de activistas saharauis hace tiempo  que exige el control de sus recursos, entre los que se incluyen el  fosfato, los bancos de peces, los archibuscados petróleo y uranio, la  propia arena del desierto (usada en el Estado español para la construcción y la ampliación de playas),  y el agua de estos territorios desérticos (para regar los invernaderos  de hortalizas que Marruecos vende bueno, bonito y barato a Europa).
Un buen ejemplo del expolio es el del lucroso negocio  marroquí con los productores de biomasa. Marruecos es uno de los mayores  exportadores de fosfatos, cuyas minas se agrupan en las zonas ocupadas,  que sirven para fabricar los fertilizantes que se  usarán en los campos de cereal destinados a convertirse en esa lucrativa  energía renovable. El negocio de la pesca también es clave: a  principios de año la UE prorrogaba hasta el próximo los acuerdos  pesqueros que benefician sobre todo al Estado español (100 barcos  españoles de un total de 119); los grupos activistas saharauis, tras la  decisión, perdían la esperanza de que la comunidad internacional  realmente buscase una solución para la situación de expolio.
El robo de recursos -que, como ya ha manifestado en  numerosas ocasiones la RASD, no revierte de ninguna manera en el pueblo  saharaui- va unido a la ausencia de derechos sociales, civiles y  laborales de la población saharaui de los territorios. El paro entre  dicha población asciende al 45%, y las empresas expoliadoras -tanto las  supuestamente nacionales como los conciertos con empresas de otros  países occidentales- deniegan el acceso a saharauis manteniendo prácticas discriminatorias y xenófobas.  También es común que a la población saharaui se le niegue el acceso a  los servicios sociales, a la salud y a la vivienda; incluso en muchas  ocasiones las propias personas saharauis temen ir al hospital por miedo a  ser detenidas o envenenadas. El acoso y la violencia de los cuerpos de seguridad marroquíes  es una constante cotidiana: saqueos de casas, detenciones ilegales,  agresiones y violaciones en plena calle. Ser familiar de activista en  una escuela pública es la excusa para la discriminación y la persecución  policial de la población infantil saharaui.
Los cambios significativos apuntan a una crecida de la  xenofobia de una armada población colona, instrumentalizada por el  gobierno, y al aumento de la presión militar y policial en las calles. Esto dificulta la estrategia del activismo saharaui  de mantener cuatro manifestaciones por semana en las que se reúnen  familiares de presos/as políticos, la Confederación Sindical de  Trabajadores Saharauis, ex-trabajadores y jubilados de FosBucraa, entre  otros, debido al recorte aún mayor de las libertades de asociación y  manifestación. El silencio internacional tras Gdeim Izik -ni siquiera ha  salido adelante la propuesta de incluir entre las competencias de la  MINURSO (la Misión de las Naciones Unidas para el Referendum sobre el  Sahara Occidental) la vigilancia de los Derechos Humanos- hace que la  paciencia del pueblo saharaui llegue a su límite.
Gdeim Izik y nuevos campamentos
El octubre pasado miles de saharauis se asentaban en las  proximidades de El Aaiún conformando así el campamento de protesta  Gdeim Izik, denunciando el expolio de recursos y la violación de los  Derechos Humanos de la población saharaui en territorios ocupados. El  desalojo y la posterior violencia en las calles de la ciudad dejaron una  suma de 2.400 personas detenidas y más de un centenar de presos  políticos que posteriormente serían heridos y violados dentro de la  cárcel. El 23 de junio, el nuevo intento por parte de un grupo de  mujeres de conformar un campamento de protesta en la playa ha sido  rápida y violentamente bloqueado por la policía.
Jadiyetu Ebhaia, cuarta muerte oficial de Gdeim Izik
El 9 de julio moría Jadiyetu Ebhaia, a causa del  accidente de coche que provocó la policía marroquí cuando ésta intentaba  acceder al campamento de Gdeim Izik y a la negativa de los médicos  marroquíes de atender adecuadamente sus lesiones.
Nueva estrategia activista
Los grupos activistas saharauis recientemente han  consolidado una nueva estrategia de lucha, con la unión de los  diferentes sectores para las protestas. Desde hace varios meses, todos  los colectivos y sindicatos se manifiestan conjuntamente cuatro veces  por semana en varias ciudades del Sáhara Occidental para exigir las  demandas básicas de cumplimiento de los Derechos Humanos y  autodeterminación del pueblo saharaui, al mismo tiempo que piden otras  demandas específicas.
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