Hace dos años, la huelga de hambre de Aminatu Haidar en el aeropuerto de Lanzarote logró una gran repercusión mediática. En los últimos días, 23 jóvenes saharauis detenidos tras el desmantelamiento del campamento de Agdaym Izik han llevado a cabo una acción similar en la prisión marroquí de Salé, aunque en este caso sin captar apenas la atención. Siete activistas que participaron en la protesta de El Aaiún están en Madrid para denunciar que la situación en la capital saharaui sigue siendo “tensa” y reclaman dar visibilidad a las “violaciones de los Derechos Humanos” que se producen allí. “¿Por qué sólo se habló del tema con el caso de Aminatu?”, se preguntan.
El año pasado, unas 20.000 personas acamparon en Agdaym Izik, en las afueras de El Aaiún, capital de la antigua colonia española del Sáhara Occidental. Protestaban por la vulneración de sus derechos sociales y reclamaban unas condiciones de vida dignas. Marruecos desmanteló violentamente las 7.000 jaimas y detuvo a muchos de sus organizadores. 23 de ellos permanecen desde entonces encarcelados por aquellos hechos en la prisión militar de Salé, cerca de Rabat. El pasado 31 de octubre iniciaron una huelga de hambre que ha durado 38 días –terminó el 7 de diciembre- para reclamar asistencia médica y pedir que no los juzgue un tribunal militar.
“Todos los que participamos en el campamento nos hemos convertido automáticamente en delincuentes para Marruecos”, explica Khatar Mraizig, de 25 años y que asegura haber pasado 7 meses en prisión por este motivo. Como él, otros seis jóvenes que secundaron aquel desafío al Gobierno marroquí se encuentran estos días en Madrid “para traer el mensaje de los que todavía siguen en la cárcel”. Forma parte de ese grupo Mohamed Ali sidzaine (25 años), para quien “Agdaym Izik fue el primer movimiento de lo que luego se convirtió en la primavera árabe, pero parece que hay interés en olvidarlo, no se nos quiere incluir en la misma ola”.
Otra de las activistas de visita en la capital es Nguía Elhawasi -de solo 20 años-, arrestada bajo los cargos de portar armas blancas y organizar grupos delictivos. “Estuve diez días en una celda de aislamiento y me negaron la visita de mis familiares”, comenta Elhawasi, que denuncia que nunca fue juzgada, sino que prorrogaron su encarcelamiento durante cinco meses. Afirma, además, haber sufrido un trato vejatorio durante su internamiento. Por idénticos motivos encerraron a Hayat Rguibi, de la misma edad y procedente de Smara. “España fue nuestra potencia colonizadora y tiene una deuda con nosotros”, señala Rguibi, quien recuerda que, durante el desmantelamiento del campamento, se violaron los Derechos Humanos y hubo agresiones a algunos periodistas.
Desde aquellos hechos, ha pasado más de un año. ¿Ha cambiado la situación en El Aaiún? “Ahora mismo, parece una base militar”, responden Elwali Elmoucine y Mahfud Damane, de 23 y 32 años, también recién llegados de esa ciudad. Comentan que quienes participan en actos políticos a favor de la independencia del Sáhara Occidental sufren persecución por parte de las autoridades marroquíes, y que se han dado casos en los que se ha negado la entrada a los saharauis en los hospitales.
¿Por qué entonces ya no se habla tanto de ellos? “Cuando Aminatu Haidar realizó su huelga de hambre, la situación política y económica no era tan complicada como ahora”, responde Mariem Zafri (27 años), “y además la hizo en un aeropuerto en España. Nuestros compañeros han hecho esa protesta encerrados en la prisión de Salé, por lo que es mucho más difícil que su imagen salte las fronteras”, concluye.
http://internacional.elpais.com/internacional/2011/12/12/actualidad/1323703888_051650.html
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