GUINGUINBALI  MARÍA SUÁREZ* 03/10/2011   -   Marruecos  desarrolla en la Unión Europea una diplomacia desvergonzada cuya guinda  consiste en obtener de los eurodiputados los votos favorables para los  intereses marroquíes, a pesar de que ello vaya en detrimento de los  ciudadanos europeos. Aunque son muchos los eurodiputados que no se dejan  mangonear, existen otros para los que las presiones marroquíes resultan  tan fuertes que sucumben irremediablemente.
No  puedo decir que la acción marroquí sea reprobable “per se”, pues es  lógico que sus diplomáticos se muevan para defender sus intereses; ahora  bien, lo que se debe denunciar, y sirva esta breve reflexión para  dejarlo claro, es que haya eurodiputados que se dejen manipular  olvidando a los que realmente deberían defender: es decir, a los  europeos.
Mi acusación es grave; sí lo es, y como muestra hagamos un repaso de lo que sucedió en Estrasburgo el pasado jueves.
La  mayoría de la cámara rechazó una propuesta que además de necesaria era  ética e imprescindible para tratar sobre acuerdos con terceros países.  Los eurodiputados que votaron en contra han cometido un error  imperdonable que tardará algún tiempo en tener arreglo.
Se  trataba de aprobar que el Tribunal de Justicia de la UE estudiase la  redacción del prorrogado Acuerdo de Pesca UE/Marruecos, con el fin de  determinar si se ajusta al Derecho Internacional y a la Carta de los  Derechos Fundamentales de la UE, donde constan los valores y principios  éticos que deben guiar el comportamiento de la UE, tanto a nivel interno  como en sus relaciones exteriores. Un pronunciamiento jurídico al  respecto arrojaría luz no solo para una futura posible nueva redacción  de ese Acuerdo, sino de otros muchos. Al menos esa es la teoría.
Antes  del Tratado de Lisboa, la Comisión Europea dominaba fácilmente ciertos  asuntos de política exterior sin ninguna voz adicional, pero en la  capital lusa, y con el fin de evitar posibles abusos marcados por la  conveniencia política de unos pocos, pero bien situados, se estableció  que, a petición de la Eurocámara, el Tribunal de Justicia podría  pronunciarse sobre cuestiones conflictivas, obviamente solo en lo que  respecta a sus competencias jurídicas. Y resulta que esos eurodiputados  que votaron en contra de la moción, creyeron que era mejor mantener  contentos a los marroquíes que salir de dudas con respecto a un Acuerdo  que los servicios jurídicos del Parlamento ya habían calificado de  ilegal. ¡¡Pero, qué mejor ocasión que esta para dirigirse al Tribunal!!
Nuestro gozo en un pozo.
Durante  los últimos días, los miembros del europarlamento pertenecientes al  PSOE y PP, junto con sus colegas franceses, se lanzaron a confundir a  cuantos habían mostrado su acuerdo con esa buena iniciativa. Un ardor  patrio les revolvía las entrañas porque oficialmente 101 licencias son  para barcos españoles (aunque diferentes estudios independientes se  encargaron de demostrar que solo se aprovechan unas 65).
Tampoco  escatimaron esfuerzos y gastos los grupos de presión del sector  pesquero español y marroquí, en especial CEPESCA y FPMA,  respectivamente, que disponen de sendas comisiones dedicadas a influir  para que “su” acuerdo vuelva a firmarse, aunque sea nefasto desde el  punto de vista económico, tal y como ha reconocido la propia Carmen  Fraga, Presidenta de la Comisión de Pesca del parlamento.
Por  si fuera poco, el día de la votación al menos doce diplomáticos  marroquíes fueron vistos merodeando por los pasillos y salas del  Parlamento, acosando a los que querían votar a favor de la moción y  pidiéndoles que votasen en contra con todo tipo de pueriles argumentos,  entre otros, que si la moción salía adelante lo entenderían como una  ofensa hacia el pueblo marroquí, que complicaría la negociación de  futuros acuerdos de pesca y que el trasfondo eran los intereses de  grupos desestabilizadores afines a la cuestión saharaui, la cuál, según  ellos, ya había sido superada años antes cuando se redactó el acuerdo  que aún sigue vigente.
Los  que sucumbieron al tramposo planteamiento, no tuvieron ni cordura ni  valor ni interés, para asumir que la cuestión, puramente jurídica, debía  determinar si el Acuerdo de Pesca presenta irregularidades o contradice  los artículos de la Carta de Derechos de la UE. El problema del Sáhara  es otra cuestión distinta de lo que se pedía en la moción, si bien es  cierto que su causa podría verse beneficiada si el Tribunal hubiese  podido encontrar irregularidades. ¿Qué intereses han defendido entonces  esos eurodiputados? ¿Por qué han tenido miedo de que el Tribunal  arrojase luz?
*María Suárez es socióloga y analista, especializada en temas internacionales.
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