La  persecución y el ensañamiento del régimen marroquí no han logrado  amilanar al luchador saharaui Alí Salem Tamek, amante de la libertad y  la revolución
JUVENTUD REBELDE  Jorge L. Rodríguez González 
 Tranquilo,  impasible… Pareciera que nunca ha conocido el dolor. Sin embargo, en su  cuerpo palpitan las venas abiertas del Sahara Occidental. A pesar de  las tantas veces que ha estado en las terroríficas mazmorras marroquíes  por denunciar las violaciones de los derechos humanos de su pueblo; de  las presiones y los intentos de quebrar su entereza atacando a su  familia, Alí Salem Tamek sigue fuerte. Así se devela mientras conversa  con nuestro diario.
Nació  en Assa, una ciudad del sur de Marruecos, pero en el seno de una  familia saharaui. Por tanto, siempre ha defendido la patria de sus  padres, que es también la suya. Actualmente es el Vicepresidente del  Colectivo Saharaui de los Defensores de los Derechos Humanos en el  Sahara Occidental (CODESA).
Las  horrendas condiciones de detención, las torturas y las huelgas de  hambre que ha realizado para hacer valer el derecho a la  autodeterminación de su Sahara, usurpado hace 36 años por la criminal  ocupación de Marruecos, han dejado en Alí las huellas de la crueldad más  feroz del régimen totalitario de la monarquía alauita. Hoy este hombre,  con solo 38 años, presenta un cuadro de salud precario: asma aguda,  reumatismo, desequilibrios nerviosos, alergias, hemorroides y problemas  del estómago y de la piel.
Los  activistas de derechos humanos del Sahara Occidental sufren tortura,  acoso y años de cárcel solo por defender la independencia y denunciar  los abusos. En 1975 España abandonó esa nación del norte de África en  manos de Marruecos y Mauritania, interrumpiendo el proceso de  descolonización ordenado por la ONU. Desde entonces, el pueblo saharaui,  disperso, espera a que Rabat tenga la voluntad política de solucionar  el conflicto, pero este se aferra a la idea de conceder una autonomía a  su vecino como única salida, mientras el Sahara, con total justeza,  defiende la celebración de un referéndum en el que sus hijos tengan al  menos la opción de votar por la independencia.
Impotentes  en el propósito de silenciar su voz, las autoridades marroquíes  llegaron al extremo de tomar contra Alí una decisión judicial que les  permitiera «recluirlo» en el hospital psiquiátrico de Inzegane-Agadir,  alegando que era un enfermo mental.
La  violación de sus derechos conforma una lista interminable que llega a  las prohibiciones de que le dieran empleo. Y como para que no se cerrara  el círculo de tormentos, su esposa, Aicha Chafia, fue violada por cinco  agentes de los servicios secretos marroquíes, la DST, en 2003, cuando  regresaba de visitar a Alí, preso en la cárcel de Agadir. Luego de  desnudarla, uno tras otro ultrajaron su cuerpo intentando, delante de su  hija, que solo tenía tres años, obtener información sobre las  actividades de su marido. Pero Aicha estaba cortada por las mismas  tijeras que su esposo: no dio ni la más mínima pista a los verdugos.
Después  de ese pavoroso episodio, Aicha vive en España como refugiada política,  con Thawra, aquella niña que ya tiene 12 años. Su nombre significa en  árabe ‘revolución’.
«Por  eso las autoridades marroquíes no me dejaron inscribirla así… Tengo  mucha fe en la revolución, en su más amplia concepción universal», me  dice Alí para explicar el significado que tiene para ellos el nombre de  la hija. Y Thawra es esa simiente que crece y resiste con la misma  fuerza con que los saharauis se mantienen aferrados al proyecto de una  patria libre y unificada, como les asiste en virtud del Derecho  Internacional.
La  última vez que estuvo en prisión fue desde octubre de 2009 hasta abril  de 2011. Su delito: visitar los campamentos de refugiados saharauis de  Tinduf, Argelia. Por eso, él y los seis compañeros que le acompañaron en  esa empresa fueron llevados ante la Corte Militar. Con ellos, Alí  también fue protagonista de 41 días de huelga de hambre en la cárcel de  Salé (Marruecos), para exigir un proceso justo o la liberación  incondicional.
«Lo  extraño es que nosotros somos civiles y trabajamos en organizaciones  civiles; sin embargo, nos llevan ante cortes militares. La justicia es  un instrumento de sojuzgamiento en manos del régimen marroquí, que la  explota para frenar, sancionar y castigar a los opositores políticos, ya  sean saharauis o marroquíes», explica el Vicepresidente de CODESA.
Muchos  saharauis, como él, han estado en una situación muy delicada, pues en  las prisiones de Marruecos no se les respeta el derecho a la salud, como  a cualquier ser humano. «A pesar de ello y de las duras condenas  impuestas por las cortes, además de las presiones y las acometidas  contra nuestros familiares, que son el punto más sensible, nos  mantenemos fieles a nuestras convicciones. Los penales constituyen un  bloque de vanguardia en la resistencia y la lucha.
«Tanto  en los campamentos de refugiados como en las zonas ocupadas se mantiene  activo un movimiento de solidaridad con los prisioneros. Es difícil  encontrar a un preso político saharaui que renuncie a sus principios o  acepte la amnistía del Rey marroquí», asegura.
El  14 de abril de 2011, después de un año y siete meses en la cárcel, Alí  Salem Tamek fue puesto en libertad condicional. «Es una forma amañada  que tiene el régimen de Marruecos para dejar la causa abierta; es decir,  nos pueden perseguir, nos pueden detener en cualquier momento en que  quieran hacerlo. Eso es lo que está detrás de esa decisión».
Los dominios del rey
En  esta represión sistemática contra todos los hombres y mujeres que como  Tamek alzan su voz para reclamar lo que ha reconocido la ONU —el derecho  a la autodeterminación de su país—, muchos han sido los cómplices de la  ocupación de gran parte del Sahara Occidental por Marruecos, tanto a  nivel internacional como dentro de la metrópoli.
Alí  no puede contener la indignación cuando comenta los secuestros y  detenciones arbitrarias contra los activistas que denuncian los crímenes  de lesa humanidad cometidos por Rabat contra civiles saharauis durante  estos 36 años de ocupación. Para ello las autoridades marroquíes han  contado con la complicidad de algunos partidos políticos e instancias  que se autoproclaman defensoras de los derechos humanos, pero «realmente  tienen posiciones comunes con el régimen.
«El  pueblo marroquí es el vecino con el cual deberíamos tener buenas  relaciones. Tratamos de que la situación política impuesta por su  régimen no las afecte, a pesar de que este trata de movilizar a muchos  elementos de su sociedad en función del conflicto, para enfrentarnos.  Así lo hizo en la Intifada de 1999 y en la de 2005».
Recuerda  cómo el Rey Mohamed VI utilizó a colonos marroquíes que residen en los  territorios ocupados para formar las milicias que reprimieron, a la par  de los agentes militares de su ejército, el movimiento de protesta  pacífica desatado en los campamentos de Gdaim Izik (a unos 30  kilómetros  de El Aiuún, la capital de los territorios ocupados), en octubre de  2010. En ese entonces la gendarmería marroquí impidió que el agua, los  alimentos y las medicinas llegaran a los campamentos; ametralló a muchos  que querían sumarse a la manifestación, e impidió que los medios de  comunicación llegaran hasta allí para reportar lo que sucedía.
Sin  embargo, cuenta, algunas fuerzas políticas dentro de Marruecos  «defienden nuestro derecho a la expresión y a emprender el proyecto  soberano del Sahara Occidental. Por ejemplo, Vía Democrática y muchos  militantes marroquíes de organizaciones de derechos humanos.
«Esta  solidaridad ha comenzado a ampliarse; hay interacción con la prensa  marroquí y contactos con militantes de ese país que han contribuido a  madurar y cristalizar esta posición de defensa de los derechos del  pueblo saharaui. Pero no podemos olvidar que el régimen es totalitario;  el Rey es quien gobierna y tiene aliados a nivel internacional como  Francia e Israel; de manera que siempre encuentra la cobertura y la  justificación para cometer sus barbaridades contra nuestro pueblo».
Ante los ojos de la ONU
Desde  1975 el Ejército marroquí ha ejercido una permanente violencia contra  el pueblo saharaui. Las fuerzas invasoras de Rabat obligaron a gran  parte de la población saharaui a huir al desierto; los persiguieron e  incluso bombardearon con napalm, fósforo blanco y bombas de  fragmentación.
En  los territorios ocupados, Marruecos lleva a cabo detenciones  arbitrarias, torturas y juicios sumarios, mientras gendarmes saquean las  casas de quienes defienden los derechos del pueblo saharaui a la  independencia.
Aún  se desconoce el paradero de al menos 526 saharauis desaparecidos hace  36 años. Sus familiares no tienen noticias de ellos, pues el Estado  marroquí les prohíbe ese derecho.
De  todos los atropellos y violaciones sistemáticas del derecho a la vida  que lleva a cabo Rabat sobre el pueblo saharaui está consciente Naciones  Unidas, que desde septiembre de 1991 tiene desplegados en el territorio  sus cascos azules. Pero a esta misión, conocida por las siglas MINURSO,  solo se le asignó como tarea principal velar por el cumplimiento del  cese el fuego acordado entonces. Lo demás, los crímenes del ocupante,  quedan fuera de su competencia.
«Marruecos  comete muchas de sus atrocidades teniendo como testigos a las fuerzas  de la MINURSO, pero esto no repercute en los debates de Naciones  Unidas», denuncia Alí, consciente de las manipulaciones políticas e  ideológicas que hacen las grandes potencias y sus aliados para manejar  el tema de los derechos humanos en la organización internacional.
«El  Alto Comisionado de la ONU encargado de derechos humanos visitó los  territorios ocupados en mayo de 2006. Allí encontraron a muchas víctimas  y fueron testigos de manifestaciones reprimidas por la ocupación; sin  embargo, lo más que hizo fue un informe que resultó silenciado porque se  mantuvo secreto. 
Varios  juristas y abogados del Parlamento Europeo también han sido testigos de  la situación. Diversas instituciones jurídicas han descrito como  catastrófica la violación de los derechos humanos en esos lugares; pero  todo sigue igual».
Alí  asegura que diversas organizaciones jurídicas e instituciones no  gubernamentales, así como el Frente Polisario, están exigiendo la  implementación de mecanismos para controlar el cumplimiento de los  derechos humanos en la región, pero ello no se ha logrado porque a nivel  internacional «algunas potencias no trabajan para que se cumpla esa  exigencia.
http://poemariosaharalibre.blogspot.com/2011/10/ali-salem-tamek-fe-eterna-en-thawra.html

 
 
es un maleducado venido del norte cuya familia entera trabaja para el gobierno marroqui y ahora viene a darnos lecciones de nacionalismo a los laayounenses. que vaya a su ciudad natal a hacerlo. seguro que no tiene los c...de enfrentarse a su padre
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