Francisco Serrano acudió como observador
internacional al juicio contra los activistas saharuis detenidos por los sucesos
del asentamiento de Gdeim Izik
El juicio acabó con un mazazo que aún retumba. Y
todavía resuena en los oídos de Francisco Serrano (Montellano; Sevilla, 1983).
Él fue uno de los abogados que acudió como observador internacional al juicio
celebrado en febrero pasado contra los 25 saharuis detenidos tras los sucesos en
el campamento de Gdeim Izik, a las afueras de El Aaiún, que fue desmantelado de
forma violenta el 8 de noviembre por policías y soldados marroquíes. En aquellos
choques murieron tres saharuis y once miembros de las fuerzas de seguridad
marroquíes, y de estas muertes -de las que no hay ninguna certificación oficial-
se acusaba a los 25 activistas saharuis. Y también de pertenencia a banda
criminal, separatismo y secuestro.
Las sentencias han sido brutales: nueve de los
acusados han sido condenados a cadena perpetua, cuatro a 30 años de prisión,
siete a 25 y tres a 20. Dos han quedado en libertad. A Serrano las penas no le
han sorprendido.
Acudió al juicio como miembro del grupo de
observadores internacionales cuya presencia Marruecos tuvo que admitir. En esta
ocasión, la Administración marroquí disfrazó con todas las garantías la
celebración del juicio. Cumplió escrupulosamente con las formas. La tarea
subterránea era otra cosa.
"Había inhibidores activados en los alrededores del
Palacio de Justicia para neutralizar los teléfonos móviles, de manera que
teníamos que desplazarnos varios metros para contar lo que ocurría. A los
activistas saharauis les pasaba lo mismo. De manera que a los campamentos
llegaban las noticias de lo que estaba ocurriendo con bastante retraso. Nos
consienten, pero los observadores en un juicio como este somos incómodos, la
Policía nos vigila, hay mucha hostilidad. En otra ocasión, no en este juicio, en
el hotel en el que nos alojábamos nos retiraron la señal wifi para que no
pudiéramos acceder a internet".
Serrano, que es alcalde de Montellano por Izquierda
Unida, coincide con el resto de observadores que acudieron a este juicio -entre
ellos los europarlamentarios Antonio Masip (PSOE) y Willy Meyer (IU)- en que el
juicio debió ser declarado nulo de antemano y no celebrarse en las condiciones
en que se hizo.
Para empezar nunca debió presidirlo un tribunal
militar. Además, territorialmente tampoco era de su competencia, toda vez que
los hechos juzgados ocurrieron en una zona que no es marroquí, es un territorio
reconocido por Naciones Unidas como pendiente de descolonización, "ocupado,
invadido" -recuerda Serrano- por Marruecos. "El tribunal no podía ser militar
porque la recién promulgada Constitución marroquí prohíbe en su artículo 127 los
tribunales de excepción. Así que hay motivos más que suficientes para declarar
nulo este juicio", denuncia el abogado sevillano.
"Los militares han sido juez y parte. Ellos
intervienen en el desmantelamiento del campamento de Gdeim Izik. Dicen que las
víctimas, los fallecidos, son militares. Y juzgan ellos. La imparcialidad no ha
existido por ninguna parte. El propio Marruecos vulnera su Constitución".
Serrano acudió como miembro de AjaSahara (Asociación
Andaluza de Juristas or el Sahara), una organización avalada por el Consejo
General de la Abogacía Española, con el objetivo de velar, junto a sus
compañeros, por que no se vulneren los derechos de los activistas que iban a ser
juzgados. El juicio, a pesar de cumplir con todos los formalismos, no pudo
desembarazarse de algo que a estos observadores les pareció evidente: era una
pantomima, una "obra de teatro".
Ya en las cuestiones previas se rechazó lo que
pretendían las defensas y los observadores: anular el juicio porque el tribunal
no era competente. Y después de varios aplazamientos sin justificación, la vista
echó a andar. Con pocas o nulas garantías procesales. El tribunal, y el
procurador del rey de Marruecos (el equivalente al fiscal), se basó en las
declaraciones obtenidas a los acusados tras sus detenciones, "pero éstas fueron
realizadas debido a torturas, vejaciones y humillaciones", insiste Serrano.
"Alguno llegó a ser violado con una barra de hierro, provocándole desgarros en
el ano, y estuvo sangrando durante varios meses. Exigió, porque estaba en su
derecho, que se le realizara un examen médico y fuera aportado como prueba en el
juicio. El tribunal lo rechazó y no pudieron acreditarse esas agresiones. Ya
antes, los presos fueron amenazados diciéndoles que lo mismo les pasaría a sus
familiares, y en el traslado desde El Aaiún hasta Rabat, en un avión durante un
vuelo nocturno, se les amenazó con lanzarlos al vacío. Así consiguieron sus
declaraciones".
Unas de las acusaciones más llamativas es la de
secuestro. Según Marruecos, una veintena de estos activistas "secuestró" a
20.000 personas en el campamento de Gdeim Izik. "Pero no existe ni una sola
denuncia, ni una sola denuncia de esas veinte mil personas contra ninguno de
esos acusados. Además, hay que preguntarse cómo y de qué manera consiguen veinte
personas secuestrar a veinte mil", dice Serrano.
Gdeim Izik, o Campamento de la Dignidad, fue
levantado en octubre de 2010
a las afueras de El Aaiún para reivindicar derechos
sociales y económicos. En su fase embrionaria apenas se hizo mención a la lucha
del pueblo saharaui por su autonomía ni autodeterminación. Las jaimas que se
levantaron en Gdeim Izik llegaron a acoger a veinte mil personas. La mañana del
lunes 8 de noviembre, policías y soldados marroquíes invadieron el campamento y
lo desmantelaron de manera violenta. El campamento llegó a ser considerado como
el detonante de la Primavera Árabe.
"Marruecos invadió por la fuerza Gdeim Izik", afirma
Serrano. "Estás a las seis de la mañana en la tienda durmiendo junto a tu mujer
y tus hijos y ves que entran de esa manera, ¿qué haces? Marruecos acusa a los
activistas saharauis de haber matado a policías y soldados marroquíes. ¿Dónde
están los cadáveres, qué se sabe de su autopsia? Nada. No hay ningún registro en
ninguna morgue, no se ha celebrado ninguna ceremonia. ¿Qué país no rinde un
homenaje a sus militares muertos en una acción? Los condecora a título póstumo,
les impone medalla, los reconoce... Marruecos no ha hecho nada de eso. Y las
armas con que dicen que fueron asesinados. No se ha podido comprobar con las más
mínimas garantías su uso por parte de niunguno de los acusados. Presentaron
durante el juicio cuchillos, machetes, hachas, katanas. Estaban limpias, no
tenía ni una mancha de sangre. Los militares las llevaban y traían, las
enseñaban en el juicio con total permisividad por parte del tribunal, pero no se
certificó ninguna huella dactilar", narra Serrano.
Todos estos detalles han sido transmitidos por parte
de los observadores en el juicio a las instituciones españolas e
internacionales. "Esa es nuestra labor cuando acudimos a juicios contra
activistas saharuis, que siempre -lo sabemos- acaban con condenas". "Pero las
ideas no se pueden encarcelar", recuerda Serrano. "Ni las de los saharauis ni
las de nadie.
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