Cuando la
razón está de tu lado los hombres buenos están contigo.
“El Muro de
Berlín era la noticia de cada día. De la mañana a la noche leíamos, veíamos,
escuchábamos: el Muro de la Vergüenza, el Muro de la Infamia, la Cortina de
Hierro...
Por fin, ese
muro, que merecía caer, cayó. Pero otros muros han brotado, siguen brotando, en
el mundo, y aunque son mucho más grandes que el de Berlín, de ellos se habla
poco o nada.
Poco se habla del
muro que Estados Unidos está alzando en la frontera mexicana, y poco se habla de
las alambradas de Ceuta y Melilla.
Casi nada se
habla del Muro de Cisjordania, que perpetúa la ocupación israelí de tierras
palestinas y de aquí a poco será 15 veces más largo que el Muro de
Berlín.
Y nada, nada de
nada, se habla del Muro de Marruecos, que desde hace 20 años perpetúa la
ocupación marroquí del Sáhara occidental. Este muro, minado de punta a punta y
de punta a punta vigilado por miles de soldados, mide 60 veces más que el Muro
de Berlín.
¿Por qué será que
hay muros tan altisonantes y muros tan mudos? ¿Será por los muros de la
incomunicación, que los grandes medios de comunicación construyen cada
día?
En julio de 2004,
la Corte Internacional de Justicia de La Haya sentenció que el Muro de
Cisjordania violaba el derecho internacional y mandó que se demoliera. Hasta
ahora, Israel no se ha enterado.
En octubre de
1975, la misma Corte había dictaminado: "No se establece la existencia de
vínculo alguno de soberanía entre el Sahara Occidental y Marruecos". Nos
quedamos cortos si decimos que Marruecos fue sordo. Fue peor: al día siguiente
de esta resolución desató la invasión, la llamada Marcha verde, y poco después
se apoderó a sangre y fuego de esas vastas tierras ajenas y expulsó a la mayoría
de la población.
Y ahí
sigue.
Mil y una
resoluciones de las Naciones Unidas han confirmado el derecho a la
autodeterminación del pueblo saharaui.
¿De qué han
servido esas resoluciones? Se iba a hacer un plesbiscito, para que la población
decidiera su destino. Para asegurarse la victoria, el monarca de Marruecos llenó
de marroquíes el territorio invadido. Pero al poco tiempo, ni siquiera los
marroquíes fueron dignos de su confianza. Y el rey, que había dicho sí, dijo que
quién sabe. Y después dijo no, y ahora su hijo, heredero del trono, también dice
no. La negativa equivale a una confesión. Negando el derecho de voto, Marruecos
confiesa que ha robado un país. ¿Lo seguiremos aceptando, como si tal cosa?
¿Aceptando que en la democracia universal los súbditos sólo podemos ejercer el
derecho de obediencia?
¿De qué han
servido las mil y una resoluciones de las Naciones Unidas contra la ocupación
israelí de los territorios palestinos? ¿Y las mil y una resoluciones contra el
bloqueo de Cuba?
El viejo
proverbio enseña: La hipocresía es el impuesto que el vicio paga a la
virtud.
El patriotismo
es, hoy por hoy, un privilegio de las naciones
dominantes”.
Escuchar el
video: http://www.youtube.com/watch?v=16mQ-jHdEqo
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