Era el padre de Said Dambar. Su hijo fue muerto a balazos, a quemarropa, a manos de las fuerzas de ocupación, cuando circulaba por una calle de El Aaiún. Esta autoría, que se conoce por testigos, no ha sido confirmada por la instrucción de ningún juez. Su familia sigue batallando por que se investigue la muerte de Said.
Sidahmed Abdelwahab estaba enfermo, pero se mantenía fuerte y vigoroso y se estaba recuperando de su enfermedad. A raíz de la muerte de su hijo, el 22 de diciembre, empezó a decaer. Cayó por el dolor ante la pérdida de su hijo, por el desamparo de la justicia, por el horror y la impotencia ante los ataques de la policía tirando piedras a su casa y entrando en ella para golpear a sus moradores, incluidas su mujer y sus hijas.
Dos muertos en una familia buena, leal, con un sentido del honor mucho más alto de lo que se le puede pedir a un ser humano. Esta familia no ha sucumbido a las presiones marroquíes, que son muchas y muy fuertes. Un día les ofrecían casas y trabajo para todos y al siguiente les amenazaban con desenchufar la luz del depósito donde yace el cuerpo sin vida de Said. Todo para que desistiesen de exigir una investigación. Esta familia se ha sabido imponer al derribo anímico y no ha cedido nunca, no ha tenido un sólo desliz en estos ocho meses de lucha.
La muerte de Sidahmed nos lleva por la puerta trasera de la ocupación. Son los efectos indirectos, las miserias que se padecen en todas las casas de los territorios ocupados, el sufrimiento, la humillación. Sidahmed, de 91 años, vivió un calvario. Él será enterrado mientras su hijo sigue sin recibir sepultura, pendiente de una autopsia que no llega.
Ha muerto con honor.
Sidahmed Abdelwahab estaba enfermo, pero se mantenía fuerte y vigoroso y se estaba recuperando de su enfermedad. A raíz de la muerte de su hijo, el 22 de diciembre, empezó a decaer. Cayó por el dolor ante la pérdida de su hijo, por el desamparo de la justicia, por el horror y la impotencia ante los ataques de la policía tirando piedras a su casa y entrando en ella para golpear a sus moradores, incluidas su mujer y sus hijas.
Dos muertos en una familia buena, leal, con un sentido del honor mucho más alto de lo que se le puede pedir a un ser humano. Esta familia no ha sucumbido a las presiones marroquíes, que son muchas y muy fuertes. Un día les ofrecían casas y trabajo para todos y al siguiente les amenazaban con desenchufar la luz del depósito donde yace el cuerpo sin vida de Said. Todo para que desistiesen de exigir una investigación. Esta familia se ha sabido imponer al derribo anímico y no ha cedido nunca, no ha tenido un sólo desliz en estos ocho meses de lucha.
La muerte de Sidahmed nos lleva por la puerta trasera de la ocupación. Son los efectos indirectos, las miserias que se padecen en todas las casas de los territorios ocupados, el sufrimiento, la humillación. Sidahmed, de 91 años, vivió un calvario. Él será enterrado mientras su hijo sigue sin recibir sepultura, pendiente de una autopsia que no llega.
Ha muerto con honor.
Cristina Martínez.
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