Javi Álvarez - laRepúblicaCultural.es
La Muestra de Cine
de Lavapiés apuesta por las licencias libres en los trabajos que proyectan.
Explican que paradójicamente este cine que podría verse en todas partes no
cuenta con muchas oportunidades de mostrarse en las salas tradicionales, lo que
hace que al final no se vea. Hablando de licencias, la tradición del festival
es comenzar con la película ganadora del FISHARA. Esta año le correspondía a Hijos
de las nubes pero como aún están en cartel no han podido conseguir los
permisos para proyectarla. Así que han optado porGdeim Izik: Detonante de la
primavera árabe, el documental del colectivo Thawra que también se
mostró en el Festival del Sahara de este año y comparte temática saharaui. Pero
antes se proyectarán dos pequeños cortos que sus directores definen como
trabajos a un nivel íntimo y familiar.
… y no nos dieron
malvas, de Javier Serrano Fayos, recoge las conversaciones
entre un abuelo y su nieto. Son historias que les han pasado a muchas familias,
las de los vencidos. Por su parte El primer día del resto de tu vida, de
Jan Codina, es una especie de símil entre la felicidad que le produce el parto
a una madre y el arranque del 15-M como circunstancia que el director considera
que nos nació a muchos de nuevo.
El documental Gdeim
Izik: Detonante de la primavera árabe está dividido en cuatro partes. La
primera nos habla de cómo surgió el campamento saharaui en la zona ocupada por
Marruecos de Gdeim Izik en otoño de 2010. Nos cuenta la forma de organizarse de
los saharauis para levantar en un lugar vacío las jaimas que les sirvieron de
hogar durante aquellos meses a 20.000 saharauis. Aquel campamento de esperanza,
de lucha ante un régimen, fue un claro antecedente de la Primavera árabe, pero
ningún medio lo cita en ese sentido, todos han silenciado esta referencia y nos
hablan siempre de las revueltas en Túnez como detonante. La segunda parte nos
enseña la entrada policial marroquí para arrasar el campamento. Vemos imágenes
desde dentro que nos permiten hacernos una idea de la desmesura del ataque de
Marruecos en el desalojo y de la violencia que emplearon. La tercera nos
muestra las protestas que con motivo de dicho desalojo realizaron los saharauis
en la ciudad de El Aaíun y la forma en que fueron reprimidos de nuevo por el
ejército marroquí y sus colonos. La cuarta utiliza imágenes de las televisiones
en las que nuestros políticos hablan del tema.
Es sin duda esta
última parte la más interesante, pues nos señala las contradicciones de
nuestros gobernantes respecto al asunto del Sahara. Hace especial hincapié en
la forma en que va ganando peso el motivo económico -los intereses de los
acuerdos con Marruecos- antes que los Derechos Humanos. Es una parte que
muestra a las claras el conformismo de nuestra clase política, hablándonos de
su cinismo con respecto al tema y eseñándonos cada una de las contradicciones
de un discurso que no son capaces de llevar a la práctica vencidos por la
conveniencia.
Tras la proyección
se realizó un debate. El colectivo Thawra se definió así mismo como un grupo de
personas que trabajan para acercar la voz del pueblo saharaui. Llevan dos años
de vida en las zonas ocupadas. Cuando se inició el campamento de Gdeim Izik se
incorporaron a él. Algunos compañeros entraban y salían. No había prensa, pero
tras la muerte del niño de 14 años, Hamadi Lambarki, a manos de la policía
marroquí, muchos periodistas se interesaron por ese lugar. Marruecos domina el
territorio y lo controla, no permite la presencia de la prensa, así que su
opinión se convierte en la oficial de facto. Marruecos impidió una vez más que
los periodistas internacionales llegaran al campamento, así que la única manera
de poner en contacto a esa prensa con la realidad que estaba ocurriendo dentro
aquellos días fue a través del Colectivo, que se encargó de difundir las
imágenes de lo que allí ocurría.
Los miembros del
colectivo Thawra vivieron el desalojo en primera persona. Comentan que los
propios saharauis sabían que cuando entró el ejército marroquí el campamento
estaba perdido, pero que aún así actuaron para ralentizar el desalojo y
permitir así que ancianos, niños y mujeres tuvieran tiempo para salir. No es
fácil obtener testimonio de las verdaderas víctimas. La presión que ejerce
Marruecos hace que las familias que tienen desaparecidos no lo denuncien por
miedo a las represalias hacia ellos mismos. La tortura existe y se aplica.
Ahora hay 22 presos políticos saharauis en cárceles marroquíes, siete de ellos
han reconocido que han sido violados con objetos de metal. Lo que ocurrió en el
campamento de Gdeim Izik no es algo nuevo, es una situación que se repite cada
cinco o seis años: la represión marroquí sube, el pueblo saharuai explota y se
llega a un nivel que termina en enfrentamientos. Sin embargo los medios no lo
cuentan.
Los saharauis
preguntados sobre Gdeim Izik dicen que el mejor recuerdo que les ha quedado ha
sido descubrir que han conseguido la convivencia de 20.000 personas y que todos
participaran para lograrla. Se unieron y se organizaron. Muchos trabajaban en
las ciudades y volvían cada noche a dormir al campamento. No había jueces, ni
policías. Descubrieron que no necesitaban políticos. Dicen también que la
convivencia hoy está igual que en 1975, en el punto cero. Ningún saharaui
piensa que se pueda convivir con un marroquí. Dicen que los colonos les llaman
polisarios porque los consideran terroristas y que por tanto no hay manera de
compartir nada. A los saharauis no les queda otra opción que salir de su tierra
hasta que acabe todo. Dicen que la población ha perdido la esperanza.
Comentan los
miembros del colectivo que el principal problema es que los acuerdos y
resoluciones internacionales no son vinculantes para el gobierno de Marruecos y
que éste actúa, por tanto, con total impunidad. La misión de la ONU en el
Sahara, la MINURSO, es la única de sus misiones que no tiene competencias sobre
Derechos Humanos. Además EE.UU. y Francia apoyan a Marruecos y se encargan de
estancar cualquier intento internacional de avanzar en la resolución del
conflicto. España es bastante responsable pues no cumplió con sus deberes al
abandonar el Sahara.
Sobre sus
investigaciones, Thawra ha reflexionado que Marruecos, tras 37 años, sigue sin
saber quién es su enemigo y contra qué está luchando, sin darles el valor que
tienen, sin entender la dignidad y la paciencia de un pueblo que quiere
conseguir su autoderminación. La vida de los pueblos es más larga que la de los
dictadores que les oprimen. Esa es su arma. Unos luchan por su tierra y otros
están ahí por un sueldo. La vida en los territorios ocupados del Sahara no es
fácil, cuando salen por la mañana no saben si volverán. Con esa mentalidad todo
es válido porque, cuando no estás seguro de seguir vivo al final del día, no
tienes nada que perder.
http://www.larepublicacultural.es/article5887.html
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