La ausencia de una información veraz en la etiqueta de productos importados desde Marruecos y vendidos en la UE puede propiciar que el consumidor contribuya, sin saberlo y sin quererlo, a lesionar los derechos de los saharauis. Los productos procedentes del Sáhara Occidental entran en la UE etiquetados como marroquíes y eso es un fraude y un engaño al ciudadano europeo, que contribuye, involuntariamente, a violar la Ley Internacional y los Derechos Humanos. Nadie informado y con criterio en la UE pone en duda que la colonización contra los deseos de un pueblo ocupado es una vulneración de un derecho fundamental. Pero ¿acaso no lo es también ignorarlo y ocultar su existencia mediante la negación de lo que produce? Los palestinos lo entendieron así y recientemente han conseguido convencer a la Comisión Europea de que algo tan simple como una etiqueta es también una forma de reconocimiento.
Desde principios de año, los productos de los territorios palestinos entran en la UE con una etiqueta que les identifica como tales. La UE tuvo que vencer la presión de Israel que pretendía exportarlos haciéndolos pasar como “israelíes”. La UE reconoció dos derechos de un plumazo: el de los consumidores europeos a no ser engañados y el de los palestinos a exportar sus productos con una etiqueta correcta y veraz. Se cumplían de ese modo las Directivas de la UE que declaran sin equívocos el derecho del ciudadano a que no se le mienta (si alguno tiene dudas que se repase las Directivas 2000/13/CE y 2005/29/CE).
Pero resulta que en el caso del Sáhara Occidental la propia Comisión Europea es “desleal” con respecto a su propia normativa, pues si la información veraz es un criterio determinante para que los consumidores puedan elegir en libertad no se entiende que la UE siga permitiendo que Marruecos exporte productos saharauis con graves y evidentes mentiras en el etiquetaje: es la propia UE la que se contradice.
La Carta de la Unión Europea recoge los Derechos Fundamentales por los que se debe guiar pero la claudicación de la Comisión ante las presiones marroquíes para aceptar la importación de tomates y pepinos desde las plantaciones que Mohamed VI tiene en el Sáhara Occidental demuestran que esa Carta es papel mojado.
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