Todo pueblo, toda cultura y todo Estado tienen una forma, más o menos, determinada para nombrar y ‘apellidar’ a los miembros de ese pueblo. La forma en que cada cultura ha regulado el modo con que se dan nombres a las personas, constituye un sello de identificación de esa cultura.
Si Usted entra en Internet y, para rellenar un
formulario, le piden el ‘first name’ ‘middlename’ ‘last name’, tenga por seguro
que el autor del formulario no pertenece a la cultura hispana. Si, por el
contrario, en el formulario, sólo le exigen los campos del nombre y los dos
apellidos, puede respirar tranquilo, porque ese formulario está adaptado a su
cultura hispana.
En el Sahara Occidental, siguiendo una genuina
costumbre árabe anterior, incluso, al Islam, tenemos por costumbre dar un nombre
al nacido, añadirle el nombre de su padre y, después, adicionarle el nombre del
abuelo paterno. Este es el sistema con que, en la cultura saharaui, se nombra a
las personas. Es decir, el nombre completo, viene constituido por el nombre del
nacido, el del padre y el del abuelo. Este sistema no es exclusivo del Sahara
Occidental. Es el sistema que se emplea en todo lo que se conoce con el nombre
de cultura Bidhan, cuyos lindes van desde el río Senegal, en el Sur, hasta wed
Nun, en el Norte y el río Níger en el Este.
La larga colonización española no ha alterado ese
sistema vigente en el Sahara Occidental. La administración colonial ha adaptado
ese sistema tricompuesto al sistema español de un nombre y dos apellidos. De tal
suerte que, por ejemplo, los procuradores saharauis en las Cortes de Franco, se
llamaban, por citar un ejemplo, Jatri Uld Said uld Jumani. El ‘uld’ es,
literalmente, hijo de. En los registros civiles, en los documentos de identidad
y en todos los demás documentos legales, España, había respetado ese sistema
tricompuesto.
En Marruecos, por el contrario, se emplea un sistema
en el que sólo hay dos campos, el del nombre (que puede ser simple o compuesto)
y el del apellido (uno sólo).
Cuando, en 1975, Marruecos invade y se anexiona el
Sahara Occidental, es consciente de que el pueblo que habita dicho territorio
tiene un hecho diferencia importante: la cultura. Por tanto, Marruecos, no sólo
se embarca en una operación militar de gran envergadura, sino que, además, se
embarca en una auténtica guerra de eliminación de toda una cultura. Y para
barrer cualquier elemento diferencial entre el pueblo saharaui y el marroquí,
nada mejor que empezar por lo más básico: el nombre de las
personas.
Al mismo tiempo que el ejército marroquí ocupaba los
cuarteles que venía ocupando la legión española, los funcionarios civiles de
Marruecos, entraban casa por casa para registrar a la población. Y en ese
registro, cambiaron los nombres todo un pueblo para asimilarlo, en lo más íntimo
de su ser, a la cultura marroquí. La magnitud de semejante violación de derechos
no tiene parangón en la historia. Sin embargo, es casi
desconocida.
Así, todos los saharauis que viven fuera de las Zonas
Ocupadas por Marruecos, tienen un nombre tricompuesto. En cambio, los que viven
bajo la ocupación marroquí, tienen, desde 1975, un nombre con sólo dos
campos.
Más aún, durante los años de la ocupación mauritana
de la mitad sur del territorio, la población saharauai que vivía bajo la
administración mauritana, conservó el sistema del nombre tricompuesto, porque en
Mauritania se emplea el mismo sistema. Pero toda vez que esa mitad, pasó a ser
controlada por Marruecos, sus habitantes, tuvieron que pasar, nuevamente, por
ventanilla para cambiar de nombre y, así, ser asimilados por la cultura
marroquí.
¿Y cómo procedió Marruecos a sustituir el sistema
tricompuesto, entonces vigente, por el sistema de un solo apellido? ¿Impuso el
nombre del padre como si fuera un apellido? ¿Optó por el del
abuelo?
Nada de eso. Amparados por la fuerza de su ocupación,
los funcionarios marroquíes, impusieron lo que quisieron a una población
amordazada por la fuerza de su represión.
En la presentación del Informe “Oasis de la Memoria”,
Carlos Martín Beristain, estaba acompañado por dos ilustres activistas pro
derechos humanos. ¿Cómo se llaman ambas activistas?
Los documentos que, en la actualidad, las identifican
ponen: Aminetou Haidar, la una y, Galia Djimi, la otra. Sin embargo, ambas
nacieron (el Sahara aún era español) y crecieron con estos otros nombres y
apellidos: Minetu Ali Ahmed y Algalia Abdalahi Mohamed. Y así, es como deben
figurar en el censo saharaui obrante en poder de la ONU.
Ni qué decir, del galardonado por el Premio Rafto que
concede la Fundación Noruega para los derechos humanos. El premio Rafto lo ha
recibido un tal Sidi Mohamed Dadach. Sin embargo, ese hombre nació, creció y
combatió a las tropas marroquíes como guerrillero del Polisario hasta caer como
prisionero de guerra, con este otro nombre; Mohamed Sidi Mohamed Salem Emhamed.
Ente este caso, la actitud del Polisario adquiere tintes verdaderamente
dramáticos, puesto que se han olvidado de su nombre auténtico y lo llaman con el
nombre que le ha impuesto Marruecos. Y es dramática porque esa forma de llamar a
Sidi Mohamed quizás ofende a estos dos hombres: Mohamed Mohamed Salem Emhamed,
alias Horma, y Mahamud Mohamed Salem Emhamed, ambos hermanos de Sidi Mohamed, el
primero cayó mártir por esta Justa Causa, allá por 1978 y el otro, también, cayó
mártir en pleno fragor de la ‘Ofensiva del Magreb Árabe’, allá por
1984.
Y no bastándole con eso, Marruecos, se ha adueñados,
esta vez para uso privativo de la familia real, de ciertos nombres que eran muy
comunes en el Sahara Occidental. La actual ley del registro civil marroquí,
aplicable por la fuerza en el Sahara Occidental, impide a los padres saharaui
dar, a sus hijos, estos nombres: Mulay, Sidi y Lal-la. Lo impide porque sólo los
miembros de la familia real pueden ostentar esos nombres. Cuando, en el Sahara
y, también, en Mauritania, tales nombres son muy comunes y
corrientes.
¿Cómo conviven los saharauis con semejante atropello
a su personalidad individual y colectiva? Llevando la cruz. Es decir, están
obligados a llevar, en vida, una cruz y esperar, hasta después de la muerte,
para poder lucir sus bellos nombres. En las Zonas Ocupadas del Sahara
Occidental, la población espera hasta el momento de la muerte de sus seres
queridos para, entonces, colocar, en las lápidas, sus auténticos y genuinos
nombres tricompuestos. ¿Hasta cuándo seguirá la Humanidad permitiendo semejante
martirio?
Doy por hecho que el Dr. Carlos Martín Beristain aún
conserva el alma de psicólogo y, por tanto, sabe muy bien la importancia del
impacto de una cuestión como ésta, no sólo en el desarrollo de la personalidad
del individuo, sino en la cultura de todo un pueblo. Por eso, estoy convencido
que el Doctor Carlos Martín Beristain no tardará en hincarle el diente a tan
delicada cuestión.
Haddamin Moulud Said.
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