Javier Perote 18/02/2013
A tenor de las sentencias dictadas ayer domingo
contra los 24 saharauis procesados por los sucesos ocurridos durante el
desmantelamiento del campamento de Gdeim Izik, se puede pensar que Marruecos no
ha cambiado mucho desde los tiempos de Hassan II. Sigue siendo una cámara de
horrores. En los años de plomo, el pueblo marroquí sufrió toda clase de abusos,
pero fueron los rifeños y los saharauis los que llevaron la peor parte. Para
los saharauis, las cosas no han cambiado, los malos tiempos
continúan.
Se ha anunciado que Nuestro Rey va a viajar a
Marruecos próximamente: no lo haga Majestad. ¿Qué ventajas se han derivado de
las anteriores visitas? ¿Qué ventajas tuvo para España su visita privada/oficial
del año 2011? A qué fue Vd. entonces a Marruecos; siguen igual de altivos y nos
siguen chantajeando. No se haga cómplice de las barbaridades que comete ese
gobierno primitivo, arbitrario y tan bestial como el anterior de Hassan II. Ante
la opinión pública no le favorece esa amistad, y no están los tiempos para
perder imagen. No vaya: su visita es un desprestigio para España y para Vd…..,
pero un aval para esa monarquía medieval capaz de organizar ese inicuo proceso
y dictar esa monstruosidad de sentencias.
Las leyes que rigen en el Sahara son las de
Marruecos, ¿recuerdan? Esta fue la vergonzosa y humillante claudicación por la
que tuvo que pasar el irrepetible Moratinos para salir del atolladero en que se
había metido con el asunto de Aminatu Haidar. Pues bien: ahora tenemos una
muestra de lo que son esas leyes que el gobierno de Zapatero avaló para el
Sahara.
Cuando tuvo lugar el tránsito desde el Gobierno de la
dictadura a la democracia, había en España una sociedad esperanzada, con un
ideal de libertad y de justicia que fue capaz de protagonizar un cambio pacífico
ejemplar; así lo reconoció todo el mundo. Es decir: aquella sociedad nacida,
crecida y desarrollada en la dictadura había asimilado unos valores que la
dotaron de la suficiente convicción como para imponerse a las fuerzas
retrógradas que se oponían a todo cambio. Y trajeron la democracia. Han pasado
cuarenta años y lo que tenemos delante es un país estupefacto, desorientado y en
opinión de muchos, carente de valores (esto es muy frecuente oírlo). Es decir:
de la dictadura a la democracia, pero de la democracia al nihilismo. ¿Cómo puede
ser esto? ¿Qué ha ocurrido? ¿Se puede sacar la conclusión de que la dictadura
educó mejor a sus ciudadanos o que sus dirigentes fueron más ejemplares en su
comportamiento, por ejemplo con la corrupción? ¿Por qué se ha desmoralizado la
población española de esta manera? Pero no solo en España también en Europa:
cuando ocurrieron los graves disturbios del verano de 2011 en el Reino unido, el
primer Ministro denunció una alarmante falta de valores morales en la sociedad
europea.
Como ya he recordado en otros escritos, cuando se
celebraron las elecciones de 1982 los mítines de campaña de los socialistas se
llenaban con más banderas del Sahara que las rojas de la rosa y el puño. Fueron
listos los socialistas al aprovechar la ola de entusiasmo que provocaba la
defensa de los saharauis y presentarse ante la opinión pública como los
reivindicadores de sus derechos, al tiempo que demonizaban al franquismo por la
gran traición cometida, al entregarlos a Marruecos. Y la gente les creyó; y
llenaron las urnas de votos socialistas. Pero la gran traición, la de verdad
vino después y dura desde entonces, hace cuarenta años: nada más ganar las
elecciones le faltó tiempo a Felipe González para ir a ver a Hassan II. Hasta
la víspera, él y Guerra, le habían puesto cual dijeran dueñas, pero a partir de
esa fecha todo fue presentarnos a aquel caníbal como un demócrata de toda la
vida. Y ahí empezó todo: ¿qué había ocurrido? nadie entendía nada de aquello
pero el Partido Socialista, como un solo hombre, tragó con aquel contubernio.
Después vinieron filesa y otras manguesas, en las que estaban implicados
importantes dirigentes del PSOE, pero nadie dijo nada, apretaron filas y
siguieron tragando. Los políticos tienen una especial habilidad para hacer
sentir a la gente que cuentan para algo cuando les van a pedir el voto. Hacen
que la gente se considere como uno más de los suyos. ¡Vamos a ganar! ¡vamos a
ganar!, repiten machaconamente! Y la gente se lo cree, y les vota como si
efectivamente formaran parte de los suyos y fueran a ganar algo. Después de
esto, ya está preparado el terreno, ya se podrá tomar cualquier medida de orden
político, por aberrante que sea, que la gente lo aceptará; porque son de los
suyos, Luego vienen los escándalos pero la gente está anestesiada y ya está
dispuesta a transigir con todo. Y empieza el envilecimiento en una escala
descendente: cuanto más se corrompen los dirigentes, más se envilece la
población
Felipe González se amigó con Hassan II porque le
convenía. Le convenía a él y al partido. Empezó la venta de armas a Marruecos, a
pesar de que estaban suspendidas desde el gobierno de Suárez y a pesar de la
oposición de la sociedad española que, en aquel momento de lucha de los
saharauis, no veía con buenos ojos aquel comercio. Pero fueron listos y tenían
pocos escrúpulos los dirigentes socialistas y entonces lo presentaron al público
como que se defendían los intereses de España (Suárez también defendía los
intereses de España pero prohibió la venta de armas porque no le parecía ético).
Como todo el mundo sabe, la venta de armas dejan muchas comisiones. Los
socialistas con esta acción lanzaron el mensaje, que ha permanecido
inalterable durante los cuarenta años de democracia: lo que importa no son la
justicia, los derechos, las leyes; no, lo que importa son los intereses. Y a
continuación toda clase de valores éticos se fue por el desagüe, porque el mal
ejemplo de los políticos se extiende como la lepra. Pero además ellos mismos,
los políticos, se arrogan el derecho de decir cuáles son los intereses de
España, sin tener en cuenta que muchos españoles, si se les dijeran las cosas
claras, estarían de acuerdo en que la mejor forma de defender los intereses de
España es defendiendo el derecho y la justicia.
Los políticos del PP y del PSOE conocen la cuestión
del Sahara. Conocen la responsabilidad histórica de España en esa cuestión
pero apoyan a Marruecos porque dicen defender los intereses de España, aunque
nunca aclaran en qué consisten esos intereses, y aunque esa defensa siempre
implica beneficios.
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