El Tribunal Militar Permanente de las Fuerzas Armadas
Reales de Marruecos comenzó ayer a juzgar a 24 saharauis acusados de pertenencia
a «banda criminal» por haber participado en octubre de 2010 en el campamento
protesta de Gdeim Izik, a las afueras de El Aaiún, desmantelado por la fuerza en
noviembre de ese año. Se trata del mayor proceso contra ciudadanos saharauis de
los últimos años.
GARA | RABAT 02/02/2013
En octubre de 2010, cientos de saharauis se
instalaron a escasos 15
kilómetros de El Aaiún para protestar por la
discriminación que sufren en los territorios ocupados y exigir el reconocimiento
de derechos tan básicos como el acceso a una vivienda, a un empleo o a disfrutar
de los recursos naturales del Sáhara. El campamento de la Dignidad, como le
llamaron, llegó a albergar 2.000 jaimas. Aquella experiencia duró 28 días, en
los cuales Marruecos construyó un muro de arena alrededor del campamento y vetó
la presencia de extranjeros, especialmente de los medios de comunicación. El 8
de noviembre, a las 5.30 de la madrugada, se despertaron sobresaltados por el
ruido de helicópteros y la cercanía de vehículos todoterrenos, cumpliéndose sus
peores presagios. «Vi muchos vehículos. Nos atacaron con gases lacrimógenos,
armas, agua caliente. Estuvimos aguantando hasta las 12.30, pero los militares
avisaban a los colonos marroquíes para que acudieran a defender la integridad de
su territorio. Muchos salieron de sus casas con armas blancas, atacando a los
saharauis que estábamos desarmados. Nos tuvimos que enfrentar a militares,
policías, gendarmería y población civil... Aquello fue de locos», relata uno de
los participantes en la protesta, ahora en búsqueda y captura. Aquella
intervención dejó un saldo de 13 muertos y cientos de detenidos en los días
posteriores.
24 de ellos fueron juzgados ayer en un tribunal
militar de Rabat acusados de pertenencia a «banda armada» y de «retener a una
gran cantidad de civiles en la región de El Aaiún, con el objetivo de
utilizarlos como escudos humanos para establecer por la fuerza un estado de
anarquía y de desorden público, que forzara una intervención de la Fuerza
Pública marroquí y poder atacarles con todos los medios a su alcance para causar
el mayor número de víctimas posibles», según consta en el sumario de
instrucción.
Al juicio, suspendido en dos ocasiones anteriores -el
13 de enero y el 24 de octubre de 2012-, asistieron en calidad de observadores
juristas de los estados español y francés, Italia y Luxemburgo, así como
diplomáticos de varios países occidentales. Cerca de setenta policías vigilaban
el interior de la sala, mientras que fuera, familiares y amigos reclamaron la
puesta en libertad de los 24 encausados, que llevan dos años en prisión
preventiva en la cárcel de Salé. En abril de 2011, realizaron una huelga de
hambre para reclamar la ampliación el régimen de visitas de los familiares. Tras
esta protesta, las autoridades les permitieron tener cinco visitas semanales y
leer todos los libros que quisieran.
Claude Margarite Magin, esposa de Ennaama Asfari,
recuerda que «el primer año no pudimos mantener comunicación, y de noviembre a
abril estuvieron solos en sus celdas sin contacto con el exterior, sin leer ni
poder escribir».
El 28 enero, recibieron por primera vez la visita
amigos. Entre el grupo que pudo verlos estaba Hassana Duihi. «Ha sido como un
sueño. Estábamos en la sala con ellos, riendo, hablando», relató tras la visita
que duró una hora.
Ayer, vestidos con la túnica tradicional saharaui en
señal de reivindicación, los 24 entraron en la sala entonando lemas por la
libertad del Sáhara y a favor de la autodeterminación. La vista judicial quedó
suspendida hasta el próximo día 8.
En un comunicado de seis puntos fechado el 13 de
enero, instaron a las autoridades marroquíes a abrir «una investigación seria y
transparente de las torturas físicas y síquicas que hemos sufrido en todos los
lugares secretos y brigadas de la Gendarmería y de la
Policía».
Asimismo, criticaron a aquellas potencias
occidentales, aludiendo directamente al Estado francés, que «defienden los
derechos humanos en otros lugares y hacer la vista gorda en el Sáhara». Por
ello, llamaron a la comunidad internacional a «presionar» a Marruecos para
garantizar un «juicio justo».
Atendiendo a ese llamamiento, el pasado fin de semana
hubo concentraciones de apoyo en las principales capitales europeas -también en
Euskal Herria-, en las que se destacó el alcance de Gdeim Izik, donde «20.000
personas enviaron un mensaje al mundo de que ya no soportan vivir más bajo la
ocupación marroquí en sus propia tierra».
Para el presidente de la República Árabe Saharaui
Democrática, Mohamed Abdelaziz, este juicio es comparable al régimen de
apartheid en Sudáfrica. «La única diferencia es que esta vez ocurre en pleno
siglo XXI», denunció ante la cumbre de la Unión Africana celebrada el domingo y
el lunes en Etiopía. Advirtió que «no habrá libertad, democracia, justicia y paz
en África y en el mundo, mientras el pueblo saharaui esté privado de sus
legítimos derechos».
Human Rights Watch también se sumó a las críticas a
este macroproceso que «tiene tintes políticos» y contradice las reformas
anunciadas por Rabat.
El ministro de Comunicación y portavoz del Gobierno
marroquí, Mustafa el Jalfi, salió al paso de estas denuncias, negando el
carácter militar de este juicio que «se ajusta a ley».
«Allí experimentamos lo que es vivir en
libertad»
Hassana Aalia no compareció ayer ante el tribunal
marroquí que comenzó a juzgar a 24 compatriotas. Vive exiliado en Euskal Herria,
aunque tiene una orden de búsqueda y captura sobre sus espaldas. En una
entrevista concedida a RASD News, denuncia que «todo el sumario está basado en
mentiras».
A sus 24 años, ha sido detenido y torturado en varias
ocasiones. En una de ellas estuvo incluso una semana desaparecido. Recuerda que,
tras el desmantelamiento del campamento de Gdeim Izik, «hubo más de 200 ingresos
en la Cárcel Negra del El Aaiún. Todos fuimos torturados durante cinco o seis
días. A las mujeres las violaron, al igual que a muchas jóvenes. Nos preguntaban
cómo nos habíamos organizado, de dónde sacamos las banderas, quién las hace,
cómo recibimos las instrucciones del Polisario... Yo me escapé y estuve cuatro
meses escondido». Al cabo de este tiempo, decidió regresar, siendo nuevamente
arrestado. Estuvo tres días retenido por la Gendarmería, en los que «me tuvieron
sin ropa, me dijeron que me iban a violar con una botella...». Finalmente, fue
puesto en libertad provisional a la espera de juicio. En Gdeim Izik experimentó
«lo que es vivir en libertad». GARA
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