El tribunal ha juzgado a ocho
de ellos a cadena perpetua
Cuatro han sido condenados a 30
años de cárcel y ocho más a 25
El macrojuicio celebrado en
Rabat contra 24 saharauis por la muerte de once agentes marroquíes en los
sucesos de Gdaim Izik en 2010 se ha cerrado con ocho condenas a cadena perpetua,
otras cuatro a 30 años y ocho más a 25 años de cárcel, entre las penas más
duras.
El Tribunal Militar de Rabat
que ha juzgado a los saharauis durante nueve días sin interrupción ha anunciado
a primeras horas de este domingo su veredicto tras siete horas de
deliberaciones entre sus miembros, en horas de la madrugada, posiblemente para
evitar aglomeraciones o manifestaciones en el exterior similares a las que han
venido sucediendo durante toda la semana.
Los delitos que según el
tribunal quedaron probados fueron "formación de banda criminal, violencia
contra la fuerza pública con resultado de muerte, y mutilación de cadáveres",
en grado de autoría o de complicidad.
Los saharauis escucharon
impávidos las condenas, levantaron el puño en alto y profirieron proclamas por
la independencia y la autodeterminación del Sáhara, al igual que han venido
haciendo durante los nueve días del juicio.
"A mí no me sorprende
nada; es un juicio político y con normas militares; pese a que no hemos visto
ninguna prueba inculpatoria, sabíamos que iba a ser así", ha afirmado a
EFE, Brahim Dahan, expreso político y presidente de la Asociación Saharaui de
víctimas de violaciones graves de derechos humanos (ASVVDH).
A las afueras del tribunal, un
pequeño grupo de nacionalistas marroquíes celebraron con vítores el veredicto
al grito de "traidores" y "asesinos".
Sin pruebas contundentes
Los rostros de los abogados de
la defensa eran de estupor al escuchar la lectura de la sentencia: durante una
semana se han dedicado a demostrar que no había ninguna prueba consistente
contra los acusados, y que todo se basaba en sus confesiones ante la policía al
ser detenidos, que en Marruecos tienen valor de prueba aunque luego sean
negadas ante el tribunal.
De hecho, los acusados -que
han pasado dos años y tres meses en detención preventiva- han denunciado
sistemáticamente ante la sala haber sido torturados para arrancarles esas
confesiones, pero el juez se negó a investigar esas denuncias.
La presentación de armas sin
que presentaran huellas dactilares de los detenidos, la proyección de un vídeo
donde era imposible identificar a ninguno de ellos, la ausencia de autopsias a
los cadáveres y la falta de pruebas de ADN fueron algunos de los argumentos de
la defensa sobre la endeblez de las demás pruebas.
En una de las últimas sesiones,
el Procurador (fiscal) exhibió, a modo de nueva prueba más "contundente",
fotografías antiguas de varios de los acusados con el presidente del
independentista Frente Polisario, lo que según él culpabilizaba a los
participantes en aquella reunión.
La defensa y los acusados se
felicitaron irónicamente por esas fotografías, pues, según ellos, demostraban
que esa -su relación con el movimiento independentista- y no otra era la
verdadera razón de su procesamiento, y no su participación en los asesinatos de
los once agentes, que negaron tajantemente.
Más aún, los defensores usaron
el último turno de palabra para expresar su solidaridad con las familias de las
víctimas, y para agradecer el apoyo recibido por asociaciones marroquíes pro
derechos humanos, y recalcar así que no tienen ningún problema con el pueblo
marroquí, sino con el Estado.
De hecho, han sido varios los
abogados marroquíes que han defendido con ahínco a los 24 saharauis no solo por
la falta de pruebas contra los acusados -"aquí falta saber quién mató a
quién", como dijo uno de ellos-, sino incluso en su derecho a expresar sus
ideas políticas independentistas en la sala.
Una de las paradojas de este
juicio ha sido el hecho de que los acusados y sus abogados han gozado durante
todo el proceso de una gran libertad de tono. Nunca en Marruecos se había visto
de ese modo, y en una corte militar, una exposición pública, abierta y
continuada del independentismo. Sin embargo, el veredicto ha sido de una
extrema dureza, como coinciden en señalar los observadores en sus primeras
reacciones tras la lectura de la sentencia.
Tras unos días en los que se
ha asistido a una inusitada libertad de expresión, el veredicto caído sobre los
líderes independentistas podría provocar nuevas tensiones en los territorios
saharauis.
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