jueves, 21 de febrero de 2013

Asco de un Gobierno mercenario

David Bollero - Posos de anarquía 18 feb 2013

Ayer fue un día más para volver a sentir naúseas por absolutamente todos los gobiernos democráticos que ha tenido España. Fue uno de esos días en los que uno siente cómo se le revuelven las tripas con la mera imagen de nuestros políticos en el Congreso de los Diputados o del rey en sus huecos discursos de Navidad. Ayer, Marruecos sentenció de manera injusta a 24 saharauis, condenando a ocho de ellos a cadena perpetua, por el simple hecho de haberse manifestado pacíficamente a finales de 2010 montando el campamento de Gdeim Izik.

Fue un juicio ilegal, repleto de irregularidades según la totalidad de los observadores internacionales que acudieron al proceso. Un juicio militar para 24 civiles que se ha demorado más de dos años, dejando que esos saharauis se pudrieran en una cárcel inmunda marroquí sin que ni siquiera se hubiera probado su culpabilidad. Ni siquiera ahora, con su vida arruinada, se ha probado nada, salvo la carta blanca que tiene Marruecos para violar sistemáticamente el Derecho Internacional.

Ayer, fue uno de esos días en los que el Gobierno de España y, por supuesto, Juan Carlos I, volvieron a mancharse las manos de sangre, convirtiéndose en cómplices de una dictadura, como la de Mohamed VI, de un régimen que tortura, mata y condena injustamente a presos políticos que son, para mayor deshonra nacional, antiguos ciudadanos de España. Ante un proceso como el que ayer concluyó en Marruecos, no sólo España, sino el maldito premio Nobel de la Paz de la Unión Europea deberían protestar enérgicamente, pero no. El silencio es absoluto y a uno le da por pensar que ojalá un tribunal así juzgara a Urdangarín, a Bárcenas, a Blanco, a Mato, a Rato, a Rajoy y al mismísimo Borbón, salpicado de arriba a abajo por la corrupción.

Si en cualquier país europeo se desarrollara un juicio como el de Rabat, sería un auténtico escándalo. No les digo ya si se produjera en Venezuela, Cuba o Ecuador. Entonces, el ministerio de Exteriores emitiría nota de condena, la que hoy se me presenta gentuza por su silencio, como Esperanza Aguirre, Rubalcaba, Trinidad Jiménez, Rajoy… e, insisto, el Borbón lamentarían la falta de libertad en ese país. Pero con Marruecos no y, de hecho, salvo que la hernia lo impida, del 3 al 5 de marzo el Borbón viajará al encuentro de Mohamed VI con una delegación de empresarios españoles para volver a mancharse las manos de sangre, para mirar a otro lado ante las violaciones de Derechos Humanos, mientras se tiende la mano para recibir dinero. Eso tiene un nombre.

Anoche, cuando el documental Hijos de las nubes se llevó el Goya a la Mejor Película Documental, fue un premio para los saharauis, para toda la gente, que es mucha, que ha he hecho posible ese documental, desde los productores a todas las personas que han luchado por esa realidad —la lista es interminable, sin olvidar a la gran familia del FiSahara— pasando, por supuesto, por los mismos saharauis. Ese premio Goya y el discurso de Javier Bardem fue una nueva bofetada de realidad para el Gobierno español, para una cartera como la de García-Margallo que se ha convertido en una mera oficina comercial sin dignidad ni honestidad alguna.

Ayer, comenzaba este post, fue un día para sentir asco por nuestro monarca, por nuestro Gobierno y por esta doble moral que tolera juicios como el concluido en Rabat. Fue un día para constatar la prostitución política de nuestro país, de toda Europa, de la Comunidad Internacional en pleno. Fue un día en el que todos los que nos gobiernan -y han gobernado- y al que puso Franco en la Zarzuela, perdieron toda legitimidad para llevar las riendas de este país, para exigir cualquier sacrificio y, sobre todo, para llamarse demócratas. Todos ellos, a mis ojos, no son más que mercenarios de la peor calaña cuyo destino, quizás, termine en el mismo callejón sin salida al que conduce su moral esquelética. Y no serán, precisamente, los españoles de bien quienes acudan a su rescate.

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