miércoles, 16 de febrero de 2011

Marruecos, ¿revolución o evolución?


¿El reino cherifiano será una excepción a la fiebre revolucionaria que sacude a los países árabes? Mientras los apologetas de la monarquía absoluta se disponen a defender el régimen de Mohamed VI, la juventud marroquí ya se está movilizando para expresar su hartazgo. La fecha señalada es el 20 de febrero.

“Primero fue Marruecos y luego Túnez”. Esta frase, que suena como un elogio del reino cherifiano, fue dicha por Khalid Naciri, ministro marroquí de Comunicación y portavoz oficial del Gobierno durante una conferencia de prensa celebrada en Rabat el pasado 26 de enero. En contra del sentido común, quien ostenta el cargo de ministro de Información asegura que Marruecos es una democracia que respeta los Derechos Humanos, las libertades públicas e individuales, la libertad de expresión y los derechos de las minorías étnicas, sexuales y religiosas.

Según Naciri, la apertura que Túnez y Egipto acaban de conseguir mediante un levantamiento popular sin precedentes existe en Marruecos desde su independencia en 1956. Los abusos del régimen contra los defensores de Derechos Humanos, los activistas saharauis, las voces laicas, los bereberes, la comunidad cristiana, los homosexuales y la prensa no son suficientes para empañar la imagen oficial de un Marruecos que camina hacia la modernidad bajo la égida de un monarca joven y moderno.

Un mensaje oficial que Marruecos se empeña en transmitir, sobre todo hacia el exterior, a golpe de folletos patrocinados y comunicados ditirámbicos. Mientras tanto, en el interior del país, un puñado de demócratas continúa denunciando que el endurecimiento del régimen no deja ningún lugar a dudas. Desde la caída de los déspotas de Cartago y Heliópolis ha surgido una nueva esperanza entre aquellos a quienes no pudo convencer nunca la poderosa maquinaria propagandística marroquí.

“¿Si los tunecinos y los egipcios lo han hecho, ¿por qué nosotros no?”, se preguntan centenares de jóvenes en Facebook, uno de los últimos bastiones de la libertad de expresión para los marroquíes. Ya hay una fecha programada: el 20 de febrero. Varios grupos creados en la red social están llamando a los ciudadanos a tomar las calles ese día para exigir la instauración de una monarquía parlamentaria. Libertad, democracia y dignidad son los lemas de esta campaña que ya ha atraído las iras del régimen.

De entrada, sus promotores han sido acusados de espionaje al servicio de Argelia, España y el Frente Polisario, los perpetuos “enemigos de la integridad territorial” como les gusta llamarlos al discurso oficial del Estado marroquí. Luego, han sido acusados de homosexualidad y de conversión al cristianismo, dos “delitos” susceptibles de persecución en Marruecos. Esto significa que las autoridades de Rabat comienzan a ponerse nerviosas respecto a una posible revuelta popular, contrariamente a lo expresado por Naciri.

Por otra parte, el Gobierno ha anunciado que los precios de los productos de primera necesidad no iban a aumentar. Aceite, leche, azúcar, productos cuyo aumento de precio ya llevó a las amas de casa a manifestarse en 2009 y sobre los que el holding real ONA/SIN posee un cuasi monopolio.

Sin embargo, estas medidas no serán suficientes por sí solas para disuadir las ansias revolucionarias que germinan entre la juventud marroquí. Las mismas causas provocan los mismos efectos. La monarquía marroquí no tendrá más remedio que avanzar hacia una mayor apertura si quiere durar. El propio primo de Mohamed VI, el príncipe Moulay Hicham, ha declarado que Marruecos “no será una excepción” en una entrevista concedida al periódico El País y al Nouvel Observateur. Hicham no ha dejado de señalar que la dinámica de apertura que comenzó a finales de los años 90 durante la última etapa de Hassan II acabó por desvanecerse, dando lugar a una vuelta atrás que acabó por acallar a las voces libres del país.

¿Tiene cabida una monarquía ejecutiva de derecho divino en una región del mundo en la que el absolutismo está en franco retroceso frente a los derechos de la ciudadanía? Tan solo una evolución consentida por el régimen, cediendo sus poderes a instituciones democráticas, evitará un levantamiento en Marruecos hasta ahora impedido por las élites en el poder.

Dicho esto, mucho antes de las revoluciones de los jazmines y los papiros, las revueltas populares de Sefrou, Sidi Ifni y más recientemente los acontecimientos de El Aaiún tendrían que haber llevado al poder marroquí a aprender la lección. De lo contrario, la cuenta atrás ya ha comenzado para el trono alauita.

Fuente: Guinguinbali

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