Si la melhfa, este velo en el que se cubre
voluptuosamente la mujer saharaui, inspira respeto, encanta, embelesa y hechiza
por su esplendor, ahora tenemos que asignarle un nuevo activo: el domingo pasado
24 de marzo, se convirtió en el símbolo de la bestialidad de los representantes
del Gobierno marroquí, cuando sus oficiales se lanzaron contra las damas y
doncellas saharauis que se manifestaban pacíficamente exigiendo el derecho de su
pueblo a la autodeterminación. Sin el menor escrúpulo, les arrebataron sus
melhafas desnudándolas en plena calle para, acto seguido, golpearlas
salvajemente con sus porras y asestarles violentas patadas en las partes más
sensibles de sus cuerpos.
¿Una demostración de fuerza contra mujeres
indefensas? ¿Un instinto sádico? ¿Un nuevo arma de disuasión psicológica sacado
de los abismos del salvajismo humano o hallados por casualidad al lado de las
obras de Freud? ¿O el odio tenaz alimentado por el poder jerifiano contra este
pueblo pacífico, que se niega a aceptar el hecho consumado colonial de su
territorio ocupado militarmente por Marruecos?
El hecho es que estas fuerzas de agresión, expedidas
en gran cantidad del norte de Marruecos para engrosar las numerosas que ya están
sobre el terreno, llegaron para vigorizar sus músculos cargando sobre las
mujeres saharauis con el objetivo de desnudarlas sin
pudor.
"Si se imaginan que podrán disuadirnos con estas
envilecedoras y mezquinas prácticas, ¡se equivocan! (...) ya que no hacen más
que humillarse a sí mismos", dijo la Sra. Soltana Khaya, hallada después del
suceso en una carrera en las afueras de la ciudad, fuertemente atada en una
manta; la misma a la que ya habían fracturado un brazo y que perdió un ojo en
manifestaciones anteriores.
"Una causa justa tiene que ser defendida para ser
reconocida", dijo otra manifestante, martirizada todavía por el dolor, en las
ondas de la Radio Nacional, dirigiéndose a la comunidad internacional y a la ONU
de la que uno de sus representantes, Christopher Ross, estaba presente durante
esta manifestación que se soldó de más de 50 heridos. "Haz de tu queja una
canción de amor para no sentir el dolor", añadió refiriéndose al
proverbio.
Violentar y humillar a mujeres pacíficas e indefensas
es, al parecer, la nueva forma de demostrar su masculinidad, su fuerza y la
potencia de los que detentan el poder en Rabat. Después de esta infamia, del
juicio por un tribunal militar de los 25 prisioneros de Gdeim Izik, de la
expulsión de los eurodiputados, por citar sólo las últimas idioteces del Majzén,
¿qué van a inventar aún para tratar de esclavizar al pueblo saharaui?
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