Por Carlos Martín Beristain / *Fotos: Edi Escobar (facebook)
Foro Social Mundial
Se supone que es un foro de la sociedad civil para
hablar de la transformación social y las urgencias de la solidaridad que llaman
a la puerta de tantas luchas en el mundo. Pero también hay excepciones. La
presentación del Oasis de la Memoria, sobre las violaciones de DDHH contra la
población civil saharaui, se hace en una jaima, en Túnez. La jaima protege del
sol y del viento. En una así empezamos a tomar testimonios del bombardeo de Um
Draiga hace dos años, sentados en el suelo, tomando alguno de los tres tés. Hoy
vuelve esta historia a ser contada para otros. La jaima se llena, como el
silencio que escucha y se asombra. Cuando termina la presentación, muchos y
muchas piden la palabra. Algunos para contar sus propias experiencias. Otros,
para ocupar la palabra, gritan para tener sus minutos. Como este mundo chiquito
no se divide entre saharauis y marroquíes, la división era entre gente y
agentes. Los agentes de la psicología del disturbio gritan mucho. También
mienten. Descalifican sin discutir nada, no están interesados en el debate.
Reclaman que les dejen hablar y señalan que los organizadores no son demócratas.
En su concepción, la democracia es derecho a insultar y salir después con
medallas del trabajo bien hecho.
Tengo que recordarme a cada rato donde estamos. Si
estuviera en Guatemala, serían orejas. Si fuera Paraguay serían piragüés. Pero
aquí no quieren pasar desapercibidos, solo quieren ensuciarlo todo. Después se
retiran todos juntos. Cuando me toca responder no quedan agentes. Están todos
reunidos afuera, haciendo planes. Dentro, nos dedicamos a recorrer los nombres,
a volver a la dignidad de la palabra, a retomar las cosas donde siempre han
estado. Con la gente volvemos a la memoria. La propaganda no puede con la
verdad, aunque reclame derechos. Los mismos argumentos durante años. Podría ser
una estrategia del desprecio si no fuera porque es una muestra de desesperación.
Las mujeres dicen que la jaima es el símbolo de la
paciencia.
Carlos Beristain
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